To read this post in English click here
Roger Waters, el legendario genio y fundador de Pink Floyd, anunció en 2016 su nuevo tour mundial titulado “Us + Them”, el cual comenzó efectivamente el año pasado en Estados Unidos. Poco a poco se fueron agregando fechas, confirmándose su venida a Helsinki, lugar donde resido actualmente. Además, el maestro visitará la capital chilena por cuarta vez en noviembre del presente, con entradas virtualmente agotadas en un recinto tan grande como el Estadio Nacional. Mi fanatismo por Pink Floyd se ha intensificado con el paso de los años, pero por mi corta edad nunca pude ver a la formación original y tampoco había tenido la oportunidad de ver a alguno de sus miembros sobrevivientes en directo. Mis expectativas eran muy altas por la reputación de los espectáculos visuales que Waters ha montado en el pasado, y que con el desarrollo de la tecnología parecen superarse cada vez.
En su previa gira Roger presentó por enésima vez el clásico The Wall de principio a fin, y en esta ocasión se prometían grandes sorpresas en el setlist, incluyendo un repaso de los mejores momentos de su carrera con Pink Floyd, como también algunas canciones de su aclamado disco solista lanzado en 2017 “Is This the Life We Really Want?”. Las entradas para el concierto en Helsinki también se agotaron rápidamente, y es que Waters es una leyenda viva que a sus 74 años se mantiene vigente tanto musicalmente como en su rol de activista político. El recinto elegido para este concierto fue la Hartwall Arena, el cual me pareció adecuado para un evento de esta magnitud, aunque quizás un lugar más grande habría albergado mejor el despliegue visual de este espectáculo. Me llamó la atención que hayan puesto asientos numerados en la cancha, algo muy poco rockero.
La velada comenzó con algunos minutos de retraso, y en la pantalla gigante pudimos apreciar por largo rato una fotografía de una mujer de espaldas en una playa con música instrumental bastante lúgubre de fondo. Esto se prolongó por unos quince minutos, creando una atmósfera de tensión que se quebró solo al comenzar las primeras señales de la introducción “Speak to Me”, dando paso al ingreso de la banda con “Breath (In the Air)”, acompañada por visuales inspiradas en el espacio exterior y el lado oscuro de la luna, con un Roger en gran forma física para su edad. Por su parte, Jonathan Wilson hacía las veces de David Gilmour, tanto en guitarra como en voz principal. La suave voz de Wilson funcionaba perfectamente como reemplazo del otro genio creativo de Pink Floyd, respaldado además por las dulces coristas Holly Laessig y Jess Wolfe, integrantes del grupo Lucius.
Sin respiro, el set continuó de inmediato con “One of These Days”, pieza clave del clásico Meddle. Este instrumental despertó un poco al letárgico público finlandés, que acompañaba tímidamente con palmas el pegajoso ritmo psicodélico comandado por la sólida línea de bajo de Waters. El solo de lap steel guitar de Jon Carin nos dejaba los pelos de punta y el sonido envolvente llevaba esta performance hacia otro nivel. El sonido e imágenes de relojes indicaban el comienzo de otro clásico de The Dark Side of the Moon, es el caso de “Time”, tema en el que tuvimos la oportunidad de escuchar a Roger en la voz principal por primera vez. Destacables fueron los arreglos de percusión por parte de Joey Waronker en la introducción de la canción, dándole un aire fresco y moderno a este tema. “Breath (Reprise)” le dio el cierre perfecto a esta odisea por el tiempo.
Luego fue el momento para lucirse por parte de las chicas coristas, quienes se robaron la película con su impecable interpretación a dúo de “The Great Gig in the Sky”, uno de los puntos más altos de la primera parte del set. Concluida esta magistral muestra de talento vocal, comenzaba a inundar la arena el potente sonido de sintetizador que da la entrada a “Welcome to the Machine”, uno de los temas más desgarradores e intensos de Wish You Were Here. Luego Roger se dio el gusto de presentarnos tres canciones de su último álbum: “Déjà Vu”, un tema lento que sirvió para descomprimir el ambiente y también mi vejiga. “The Last Refugee” recuerda el sonido de Radiohead y esta no es una coincidencia, ya que el disco fue producido por Nigel Godrich, colaborador por años de esta banda. “Picture That” devolvió la intensidad al concierto con su letra provocativa.
Para cerrar el primer set, un desfile de clásicos que abrió con la acústica “Wish You Were Here”, emocionando a un público al que le costaba despertar y ofrecer algo más que un respetuoso aplauso al final de cada tema. En momentos como este se notan las diferencias culturales, ya que nadie coreaba las canciones con la pasión propia de nosotros los sudamericanos. El inconfundible sonido de helicóptero y ese exquisito riff de bajo marcaban la partida de “The Happiest Days Of Our Lives” con imágenes de The Wall proyectadas en la pantalla. “Another Brick in the Wall Part 2 y 3” fueron mezcladas y contaron con la participación de doce niños finlandeses vestidos como prisioneros y que marcharon al ritmo de estos himnos para luego liberarse en nombre de la resistencia. Luego de una hora de concierto, la banda abandonó el escenario para un receso de veinte minutos.
La segunda parte del concierto se inició con el despliegue de una pantalla que dividió la cancha longitudinalmente en dos mitades. El contenido visual de esta pantalla marcaría el tono emocional y temático de las siguientes canciones. “Dogs” fue el primero de dos guiños al infravalorado disco Animals, sorprendiendo a los fanáticos familiarizados con toda la discografía de Floyd. Esta larga canción nos dio un paseo por todo tipo de emociones, incluyendo una performance por parte de los miembros de la banda con máscaras de animales y un Roger protestando contra los cerdos que nos gobiernan. Acto seguido, la hipnótica introducción de teclado de Bo Koster dio paso a “Pigs (Three Different Ones)”, uno de los momentos más memorables del concierto, con una dramática interpretación que incluyó un cerdo volador y una ácida crítica sin tapujos al presidente Trump, mostrando alguna de las controversiales citas del actual líder estadounidense.
De vuelta al lado oscuro, el sonido de caja registradora daría la entrada a “Money”, durante el cual las pantallas comenzaron a deslizarse conforme a la evolución del tema, que incluyó el primer fenomenal solo de saxo cortesía de Ian Ritchie. “Us and Them”, uno de mis temas favoritos de todos los tiempos, fue ejecutado con la emoción necesaria y el acompañamiento visual ideal para hacer de este uno de los momentos más conmovedores del concierto. Ian se repitió el plato con su solo de saxo en esta hermosa canción. “Smell the Roses” nos trajo de vuelta al último lanzamiento en solitario de Waters, quien se colgó de las manos con unas cadenas que cayeron del techo en un dramático gesto. La temática de esta canción fue acompañada por un extraño humo con fuerte olor que emanaba de las torres de sonido. Mucha gente se tuvo que tapar la nariz.
Las últimas referencias al célebre álbum de 1973 vendrían en forma de “Brain Damage”, incorporando una luna oscura flotando entre el público y las lunáticas risas que complementan la letra de esta canción. “Eclipse”, por su parte, tuvo uno de los despliegues visuales más impresionantes de la noche, con un prisma de luces atravesado por rayos multicolores tal como en la carátula del álbum original. Luego de este tema el público despertó nuevamente y se levantó para aplaudir de pie a este artista con más de cincuenta años de trayectoria. La ovación se extendió por largos minutos y Roger se vio claramente emocionado por esta efusiva respuesta. Luego se tomó el tiempo de presentar a la banda y también utilizó esta oportunidad para realizar un discurso acerca de las violaciones a los derechos humanos en Palestina, emplazando a Lana Del Rey a no presentarse en Israel.
Para comenzar a cerrar este increíble concierto, otro tema de Waters solista, “Broken Bones”, bastante introspectivo y crítico del estado actual de las cosas. El broche de oro fue “Comfortably Numb” y su inconmensurable solo de guitarra, siendo la forma perfecta de completar una inolvidable velada que se extendió por dos horas y cuarenta minutos. Un emocionado Roger se bajó del escenario a compartir con la primera fila.
No sabemos con certeza por cuánto tiempo más tendremos a este estandarte del rock progresivo produciendo nueva música y girando, pero me siento satisfecho de haberlo visto en vivo al menos una vez. Este concierto entra definitivamente en la lista de los mejores que he asistido y deja la vara muy alta para cualquier otro espectáculo musical. Para todos los que tengan la oportunidad de presenciar esta gira, se encontrarán sin lugar a dudas con una experiencia más allá de lo imaginable.
Reseña escrita por David Araneda