La mañana del 3 de julio de 1971 James Douglas Morrison fue encontrado muerto en Paris, Francia, por su pareja Pamela Courson, suceso que conmocionó no solo a la escena musical de aquel momento, sino a todo el mundo, y que hasta el día de hoy sigue causando polémica por la forma en cómo se suscitaron los hechos.
La parte médica declaró que la muerte había sido propiciada por un paro cardiaco, aunque no hubo autopsia, y es por esto que existen diversas hipótesis que sustentan un posible suicidio, asesinato y en casos más extremos el que Morrison haya fingido su propia muerte.
Ray Manzarek tecladista de The Doors y amigo de Jim declaró:
“Si existe un tipo capaz de escenificar su propia muerte, creando un certificado de muerte ridículo y pagando a un doctor francés, poner un saco de ciento cincuenta libras dentro del ataúd y desaparecer a alguna parte de este planeta (África), quién sabe, ese tipo es Jim Morrison. Él sí sería capaz de llevar todo esto a buen puerto”.
Con todo el velo formado a través de los años, lo único cierto y tangible es el extraordinario legado de Jim Morrison al mundo de la música con The Doors y al entorno cultural que encontró en él un líder, para formar un movimiento a través de su entendimiento particular hasta llevarlo al ámbito general, y así convertir al Rey Lagarto en todo un icono generacional que seguirá trascendiendo a través del tiempo como ha sido hasta ahora.
Su cuerpo reposa en el cementerio de Père-Lachaise al lado de grandes artistas y personajes emblemáticos, varios de los cuales admirados por el mismo Jim, y en su lapida puede leerse un epitafio (escrito en griego antiguo) completamente acorde a los principios e ideologías de Morrison:
(“Kata ton daimona eaytoy”)
“De acuerdo con su propio demonio” – “Fiel a su propio espíritu”.